EL PROYECTO DE DIOS
Nuestra
realidad humana siempre ha estado envuelta en varios colores. No solamente el
blanco y el negro. La Historia de la humanidad, bajo la mirada de fe, es un
juego dialéctico -una lucha- entre la gracia y el pecado.
El
parámetro que nos sirve para discernir los colores en la Historia de Salvación
es el Proyecto de Dios.
Desde
la creación misma hasta nuestros días, Dios ha tenido un proyecto sobre el
hombre y sobre el mundo. Es un sueño terco, insistente, que sostiene y
¡sostendrá hasta el final!
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Dios
crea las cosas. Y ve Dios que estaban bien. Y crea a los hombres a su imagen y
semejanza, con una dignidad inviolable. Los crea hombre y mujer con una
vocación comunitaria: No es bueno que el
hombre esté solo. Serán una sola carne.
El
redescubrimiento de la teología ecológica ha subrayado el papel del hombre en
relación con la naturaleza: Dios quiere que trabaje y cuide el jardín del
mundo, no que lo explote con un dominio destructor.
El
pueblo de Israel, como todos los pueblos, buscó explicaciones a los orígenes de
la existencia y a algunos interrogantes fundamentales: Si Dios es tan bueno y
hace todo bien, ¿de dónde viene el mal que experimentamos? Si Dios quiere que seamos felices en familia, ¿porqué no lo somos?
¿porqué la mujer pare con dolor? ¿porqué el cansancio del trabajo? ¿porqué...
las serpientes se arrastran?
Las
respuestas a esos interrogantes fueron plasmadas en una especie de cuento,
tomando elementos de la sabiduría de los pueblos circundantes que eran más
viejos y tenían tradiciones sapienciales más solidas. Esto viene narrado en los
primeros once capítulos del Génesis:
El mal
existente lo explican a partir de una ruptura del hombre con Dios. El autor
bíblico supone la libertad del hombre para optar por un camino distinto al de
Dios. El hombre rompe el Proyecto de
Dios. Y vienen las consecuencias: se pierde la fraternidad, la paz y la
armonía con el mundo (Gen 3; 4). El mal crece, se contagia por toda la tierra
(Gen 6; 11).
En un
magnífico antropomorfismo, Gen 6,5 dice: “Viendo
Yahvé que la maldad del hombre cundía en la tierra, y que todos los
pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, le pesó a Yahvé
de haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó en su corazón”.
Estamos
ante un Dios “desilusionado”. Pero Yahvé no va a destruir la humanidad. Deja
abierta una puerta a la esperanza, preservando del diluvio a la familia de Noé.
Imaginando
las desilusiones de Dios respecto a la humanidad actual, recuerdo un letrerito
colocado en la sala de un hospital donde tenían a los niños recién nacidos: “Cada niño que nace, significa que Dios
sigue creyendo en el hombre”.
La
contraparte de esta historia de pecado y mal contagiados, aparece a partir de
Gen 12 con la figura de Abraham: “Por ti
se bendecirán todos los linajes de la tierra”.
Y a
través del ciclo patriarcal, Yahvé va a ir diseñando su Proyecto hasta
encontrar esta descendencia en Egipto, bajo una situación de esclavitud.
El
Exodo-Liberación de Egipto marcó el punto matriz en la historia del pueblo. Fue
la gran opción provocadora de Yahvé para que su pueblo “fuera feliz en
familia”: un pueblo libre que buscara formas alternativas de convivencia (no
como en Egipto o Canaán), acordes al Proyecto.
Podemos
releer toda la historia de Israel bajo esta perspectiva de fidelidad e
infidelidad hacia este Sueño de Dios: las historias de la monarquía, las
actuaciones de los profetas denunciando con libertad y pasión todos los
pecados-rupturas de la Alianza, las reflexiones sobre la realidad que hacían
los sabios bajo el filtro de la fe yahvista.
En la
plenitud de los tiempos, Jesús encarna en sus palabras y vida esta Utopía de su
Padre. Este proyecto tomará el nombre de Reino
de Dios en los labios de Jesús:
propondrá un cambio de corazón para creer en la intimidad que podemos tener con
el Padre y en la realización plena dentro de una comunidad-familia que sea una
sociedad de contraste-signo en medio de las naciones.
La
Iglesia, desde las primeras comunidades cristianas, no tiene otra razón de ser
y hacer, que ser continuadora del Proyecto del Reino de Dios.
Tomado del libros "La Ilogica del Padre"
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